APOSTILLAS SOBRE EL PASADO, DE ALAN PAULS

 

 

Muy bello, el comienzo, escrito bellamente, esto es, con inteligencia, con ingenio, con detalle. Ámbito urbano (Buenos Aires, seguro, por cómo hablan), bichos porteños. De entrada el cine: el tipo salido del baño con la toalla, que no está la llave de la puerta, que el cartero, que los muchachos de la camioneta, que la gastada en el kiosco; que la carta, que la foto, que lo escrito, que el reflejo de esa rubia en la foto. Mucha imagen. Y además, lo que le escribe la mina, que justo cuando ella soñaba con él, otro tipo se moría, es un homenaje al Borges de los sueños, y si no homenajea, al menos se vincula. Sí, pero deberemos mencionar a Piglia.

 

Porque también habla ahí Pauls de complot. Hay como derroche de ideas, cierto barroquismo en la descripción, como recargada. Pero es lo mejor que me ha pasado luego de Proust.

 

Dice “el capuchón de la birome”, cuando allá los gallegos hablan de otra cosa. Se trata del bolígrafo, o boli. Y creo hablan de la tapa, o el casco, algo así. También, y en el comienzo, los papeles, muchos papelitos, notitas, mucho texto. Si en Borges enseguida se aparece el Libro, en Pauls enseguida se aparece el Texto.

 

El olor del papel es alucinante.

 

En la página 19 está nuevamente en el baño, como al principio. El baño como lugar íntimo, y también la cama y la habitación del soltero, del solo.

 

“Buscaba una moneda para el expendedor de jabones”. Una imagen moderna. Ah, otra cosa: si dice que Vera es del 69 y Rímini le lleva 10 años, pues entonces la revolución cubana es de 1959, año donde nació Rímini-Pauls. Sí, loco, sí, idiota Fresán: hay que saber ser autobiográfico. Ahora tiene 45 años, Pauls, y creo que comenzó a escribir la novela luego de los 40.

 

“Miserable, te la tomaste toda solito”. Cocaína, chicos. Genial escena. Y la va mostrando despacito. Si en el inicio la cosa termina con la revelación de la cabellera rubia en la foto, el segundo termina con la charla cocainómana.

 

Los papelitos se desperezan, están “ateridos pero estoicos” en la heladera; cobran vida. La heladera, otro elemento, dentro de la cual hay, por ejemplo, un “cartón de leche”.

 

El cospel (¿se siguen usando?) también cobra vida, como los papelitos, como todas las cosas pequeñas. El bolsillo parece un ecosistema. Se ve que Rímini no usa maletín, o riñonera.

 

Bien, el 3 también termina con una imagen. Por otra parte, hablemos de ritmo. Es una novela de lectura lenta. Imposible de catalogar como best seller. Eso no lo vio Aira[1], la velocidad de lectura. En el best seller uno va como en auto, y el asunto va bien desparramado, entre parvas de odiosa información, valiosa para Aira. (Habría que sumar otro concepto: debido a que hay profusión de signos, desorden, una novela BS1 promete un orden, leer como por un tubo, que todo sea fácil y que al final me quede algo de utilidad en la cabeza; divertirme y, de paso, aprendo algo).

 

“Mientras bajaba de un tren para tomar otro”. Los españoles dirían “para coger otro”. Es evidente que se puede ganar el Herralde escribiendo en argentino.

 

Se narra un viaje a Europa, y es genial. Se habla de pintores, y es genial. Uno se siente pobre, que sabe poco y nada de pintura, poco y nada de Europa. Y Pauls ha leído al venenoso Viñas que habla de los viajeros a Europa. Rímini es un maldito chico bien, con papás con plata que pagan viajes a Europa. Todo es arte, no se habla – aún – de política, y eso es genial. Apenas aparecen unas plazas sucias, la droga, los trenes puntuales de Europa. Y todo eso parece real. Y es muy hermoso.

 

Es realmente una gran novela. Veo en Pauls una idea, una noción (la pareja, unida por el amor) alrededor de lo cual se articula todo; mirar el mundo y habitarlo desde la cápsula y el ubicuus del amor. Y todo es tan cierto... las actitudes del tipo, Rímini, son tan reales... uno bien puede ser como un niño travieso cuando se deja llevar por el amor. Es una gran experiencia el libro, una forma de regresar al amor, a esa zona mental.

 

Noté que el Pauls escritor es como “cosita” cuando hace la literatura pero emerge “potente” o “soberano” desde la crítica. Sin embargo, sigue siendo una gran novela, el paso lento, aristocrático, suave, como de cisne de cuello negro entre la multitud de gallaretas.

 

Mierda, el libro es bueno. La parte de las fotos... Se me salen las lágrimas, es un sentimiento que no puedo superar. Me su-pe-ra. Es así. Hombre culto y sensible y mina perra.

 

Pero ellos, como dice el narrador, “abortaron”.

 

Noto una delicadeza de trama.

 

Sí, son experiencias adultas, donde no hay lugar para el mundo de los niños. Pero es cierto que se puede amar así. Un amor como un mundo de dos, con sus códigos y secretos.

 

Sigo leyendo y me sigue pareciendo una novela genial, fantástica, hermosa. Es el amor, el amor que pocos han vivido, adolescente y largo. Lleno de pendejadas.

 

Expandir, sí; en 2001 publica un texto titulado 1993, donde aparece una tal V. Estoy seguro que Alan habla de Alan. Escribe diciendo: “estilo tanto”. Hay cosas muy porteñas. Riltse, las consonantes, salvo la S, son las mismas que las de Arlt. Gaseó la A. Le quedaba RLT. De ahí salió Riltse; sabía que alguien como la Ludmer se daría cuenta de algo así; es básico. Otra; cuatro partes, seguramente parejas: es una película. Una película donde primero se anotan los planos, las secuencias, y luego se escribe, se expande, como un guionista experto hace sabiendo que el director hará lo que él le pida. Sí, expandir.

 

Claro; en el fragmento publicado en el RadarLibros 200, esa tal V le dice, le habla, sobre lo social, y Alan se muestra ingenuo con respecto a los mundos sociales. Se trata, esto es simple, de alguien con mucho mundo interior, con poco roce social. Lo que se dice un bicho raro. Pero que al menos ponía la radio en el dial del partido más escuchado. Uno simpatiza con ese tipo educado, culto, de familia bien. Todo esto suponiendo que gran parte de Rímini sea Alan Pauls, cosa que ni dudo. Hablá ahora, Pajarón Fresán, de lo mal que está ser autobiográfico. Metete con Alan, tonto de pacotilla. La manera en que desprecia al músico cocainómano, la descripción, es excelente. Simpatizamos con él. El tiempo nos muestra que seguirán habiendo bichos literarios. Obra, la de Pauls, destinada a la eternidad. Porque habla como si tal cosa de la actividad de la traducción, porque se maneja en Buenos Aires como si nada, como si toda la vida, como de taquito, pero te muestra cositas de Europa, y eso, todo eso, es alucinante. También, a veces, la prosa se le suelta, y la novela fluye, fluye de una manera preciosa. Y qué bueno que María Moreno la haya elegido como la mejor. Qué bueno.

 

Hay descripción gratuita, despilfarro descriptivo, innecesidad. Y un lenguaje muy cuidado, nada de inventar palabras, y de vez en cuando la cursiva, esa palabrita justa, hija de la práctica de la teoría, o  la crítica. Leí una parte de las cuatro, y ha sido una gran gran experiencia. No sé cuántas horas, pero en días. De locos.

 

Personajes que nunca tienen problemas de guita. El interior como lugar rechazado (Fortín Tiburcio) o paraíso (los viajes a la zona de Mar del Plata, Cataratas). Hay algo porteño que comparten Alan y la Moreno: la gordi feíta y el culto lindo, sentaditos en el asiento de atrás, regalándose florcitas.

 

La perrificación, la putificación de las mujeres argentinas, que fue muy fuerte en los 90, se ve en la forma de hablar de Sofía pero sobre todo de Vera.

 

Pauls era magnífico cuando hablaba de cine, creo que en el viejo ATC, en programas de sábado o domingo, larguísimos. Ya era una estrella, y se notaba. Como un príncipe, que sabe hablar y que tiene gracia. Hay pocas descripciones de Rímini (no sabemos si es rubio o morocho). Cuando contesta un reportaje y aclara Pauls que Rímini es el apellido del tipo, pero que se confunde con su nombre, y que le gustaba esa anomalía, esa confusión que se genera, nosotros nos damos cuenta de que “Pauls” se confunde con un nombre y estamos seguros (porque conocimos mujeres) que una mujer que lo haya amado lo hubiera llamado Pauls, o Pol. Aparte, se llama Alan. Alan Pol, Alan Poe. Nombre de escritor. Rímini, en cambio, tiene algo de diminutivo, y quizá tenga que ver con una pija corta. Habla de la verga o la pija.

 

El mundo de los chicos. Desde el aborto, pasando por la nena que le convidaba pedazos de factura, y otros que aparecen. Novela, hasta ahora, de la sensibilidad.

 

Sí, en la segunda parte, partes 1 y 2, se ve más claro el proceso de guionista y expansor. 1: el hombro de Carmen. 2: nota que está enamorado de Carmen. Otra: en una reseña, Pauls titula “Las once mil vergas”, y ese nombre aparece en la novela. En la novela, Rímini será un “cosita” pero, que yo sepa, nunca le faltó guita. Labura, pero se ve que gana bien, y todo gracias a Francia, a la cultura de Francia en Argentina, perdón, en Buenos Aires. El trabajo es algo que hace con naturalidad, y parece llegarle como el aire, naturalmente; en ese sentido, estamos ante un personaje vinculado, metido de lleno en Buenos Aires, su cultura.

 

Esas voces ultrapsicóticas... ¿no suenan como un uso de Lamborghini?

 

Muy bien. En el 5 de la segunda, si bien hay como partes pesadas, densas, levanta sobre el final. Como muy cine, muy literario, ya decididamente literario. Si hasta ahora venía muy realidad, pues ahora se puso ficción. Pero seguiremos al muchacho éste que llora por cualquier cosa. Claro que sí.

 

Es así; un buen libro puede sacarte de la realidad por un buen rato.

 

Rímini como un tipo bien encajado en la sociedad, sin problemas laborales, con todo resuelto desde pibe. Condenado, pero haciendo plata con eso.

 

Leo con los ojos del escritor. Cómo King ha contribuido a llenar el signo de la palabra ESCRITOR con cosas de él, pero que pueden ser de otros: obsesión. Cómo es agredido Rímini, por cuánta gente.

 

Muchos capitulitos (pero qué orden, Alan) terminan como con ese uou antiguo, medio rimbombante. Y es polifónico, recontra polifónico. Partecitas.

 

Cada vez mejor. Y más duro. En 7, muy bueno, queda Carmen embarazada, en San Pablo. La embaraza luego de haber descubierto ese libro que le trajo aquel recuerdo. No sé si es autobiográfica o no; pero yo leeré como si fuera autobiográfica.  Todo es muy real, todo es así.

 

Ser generoso, no como la mina aquella de Proust, o la vieja perra de Pauls. A propósito, y alrededor de Rímini, los personajes son positivos o negativos. Si la Ludmer dijo que García Márquez (nos agrada que Pauls rechace tanto a García Márquez como a Coelho, nos agradan sus argumentos) hizo su novela con un árbol genealógico y el mito de Edipo, pues entonces Pauls (estoy seguro) armó primero el esquema, el cuadro sinóptico. Hay cosas muy cine. Las imágenes de Vera, alucinantes. Corriendo hacia el camión, diciendo aquello de “chuparle la concha”. Imágenes buenas en una película. Eso. Hay un esquema. Y el muy intrigante se ha dado el lujo de hablar a la Henry James, diciendo “hay un orden secreto”. Ese orden secreto tenía que ver con los saltos de tiempo. Hasta ahora los saltos son bastante naturales, no han habido cosas demasiado extremas, groseras, de estúpido que quiere jugar de vuelta ese viejo juego. Hasta ahora todo parece cuidadoso, sencillo, fácil. Quizás me esté equivocando.

 

Episódica. Recontra episódica. Pareciera que es indispensable el episodio.

 

La moral está en el travelling. Rímini llora. Rímini ve algo. Ni llorar ni ver son cosas raras, que digan especialidades. Pero si luego de ver, llora, nos decimos: puta que es sensible el chabón. El travelling es el que habla. Reviendo La era del hielo, notamos el BS1, la escena de la marmota mirando sus ancestros tras un vidrio, y ubicándose sorprendida como al final, despierta nuestra risa una vez – un re gag, muy bueno -  pero no una segunda, donde el ojo mira otra cosa, cómo ha sido armado el gag, la secuencia, y la mente piensa sí, realmente buscan el efecto uno.

 

Sí, desde la coincidencia en el regalo que le hace a su padre, que compra en Florida, hay muchos rasgos de irrealidad, aunque no de inverosimilitud.

 

La traducción como algo menor, como trabajo, laburo habitual. Muy canchero, muy cool de parte de Pauls. (Y ese personaje, esa mina, que le dice “el famoso Alan Power”).

 

La palabra economía, que puede estar junto a la palabra exceso (¿pero recuerdan a Beatriz Sarlo hablando de Wasabi, definiéndola dentro de la lógica del exceso?)

 

Cuando habla de los efectos de la cocaína, habla como de llenarlo todo, y ahora se me ocurre la palabra revocar, pero del reboque de los albañiles. No era pintura, era como reboque, y todo queda tapado, firme, sin fisuras y sin huecos, pero desprovisto de levedad, de gracia, de agujeritos respirables... el cemento que ahoga, la maldita búsqueda de una completitud que, en sí misma, encierra la llave de un incompletitud esencial. Pin pam.

 

Pauls juega con las figuras; traslada del campo de la crítica, de la teoría, de ese critic-eye a la página literaria. Es honesto, prolijo, cuidadoso.

 

En aquella ficción donde un profesor era también un chongo, estaba – como en tantos lados – ese afán pornográfico.

 

No puedo parar de leer. No puedo, por ahí, explicar demasiado las cosas, pero son.

 

Usó sólo una vez la palabra cornudo.

 

La segunda parte termina con la carta de Sofía a Rímini, luego del incidente en el hotel, donde no cogieron. Lucio es bebé. (Recuerdo que Bolaño habló de que Pauls tiene una hija).

 

Comencé la tercera parte. Noté que el personaje de Sofía, gradualmente, pierde higiene, modales, educación, transformándose en un asco de mujer. Con respecto a la tercera parte, la escena con el abogado, no es creíble, al menos para mí. Nadie firma así tan fácil, como si nada. ¿Y si no firmaba, qué?

 

Sí, en la novela está como ese gesto del crítico que tiende a describir lo que pasa, el estado de situación, pasando por una palabra precisa y en letras cursivas, pero, y esto es importante, en el libro el gesto se aparece menos profundo, menos incisivo, como de () captados a la primera inspiración.

 

El largo capítulo dedicado a Riltse, es decididamente malo, desprolijo, más anotado que escrito, trabajado por el desgano, lo fácil, la primera mano. Pauls debe saber esto, de manera que ha sido deliberado. A mi juicio, la novela, que decididamente se aparea con la pintura, no tanto con el cine o la TV o los deportes, bastante pareja, logra en esa parte lo que logran esos cuadros con zonas de tela al desnudo. El tema podía permitir un estilo así. No veo porqué otro motivo lo dejó así, sin mejorar, sin eliminar tonterías, sin cuidarse. Quizás para demostrar que él también puede permitirse la vulgaridad o la estupidez. Ah, y qué duro que es con los biógrafos (hienas, esas cosas), con los historiadores del arte. Estamos seguros que leyó el Orlando de Virginia Woolf.

 

Ahora voy por parte descendente. El rumbo, el giro que toma la novela me hizo recordar a la película esa de Tarantino, Crepúsculo al anochecer, algo así. Hay partes fluida, pero se nota todavía más – por contraste – lo trabajado que está todo lo otro. Pero, hete aquí que al Lector Pensante, esa trabazón (que es la trabazón de la traducción del Orlando por Borges o por su mamá) no lo molesta, porque sabe que sobre ella hay una historia que avanza, algo claro, y no las boludeces de otros que se hacen los difíciles y están vacíos. Decía, el personaje de Nancy es tremendo, y la aparición de la mucama, más allá, también es tremenda. La novela da un giro tremendo. Hay partes en que ni se menciona un órgano sexual, pero hay otras directamente pornográficas.

 

Esos pellejos que menciona Pauls, ese salvataje a último momento de Riltse, con Sofía, allá en el pasado, son – como lo ve en Brasil, en esos libros – la semilla de la putrefacción posterior. Digamos; ya en la joven Sofía estaba el germen de perra en que se transformaría. Y precisamente, y quizás, sea eso lo que lo atrae.

 

El capítulo de Riltse, es una sencilla muestra de salir de un lugar (Agujero postizo), para llegar a otro lugar (baño de Nancy). Por otra parte, en Wasabi había un, digamos, órgano penetrador postizo. Sí, y la lógica de Riltse, una lógica sencilla que está – y se ve bien – en nuestro esquema de vida y muerte. Si el suicidio son todas las cosas que, en vida, se dirigen a la muerte, la gran Riltse parece ser una manera elegante de hacerlo, dejando obra. Dejar los pedazos por el camino, estampados.

 

El narrador – que se hace el camarógrafo, el presentador televisivo – cambia el registro en el capítulo citado. Ese capítulo, por ser digamos el más diferenciado de los demás, atrae una mirada también diferenciada. Ese capítulo son esos gritos de Riltse camuflados en el viejo cuadro del museo. Pauls tiene algo especial con la piel. Y se cuidó de incluir muchas sensorialidades olfativas, donde deja ver su preferencia por los perfumes caros y su desprecio – olfativo – por la fritanga, el perfume barato, esas cosas. Porteño habituado a una zona de olfatividad diferente a la del hombre de campo. Novela urbana.

 

Novela de vicios.

 

El proceso de acumulación episódica, la abundancia de rasgos circunstanciales que Pauls hace en el fatídico capítulo, tienen que ser una apuesta, una decisión, un elegir un orden, una armonía entre otras. Pero yo debería leer el final, porque en realidad estoy presuponiendo que Pauls volverá al viejo registro, que fagocitará al citado, cuando lo que puede suceder es que el código siga mutándose y se abra en un final o muy Aira, o muy Tarantino, o vuelva a ser – pero esto es otra historia – el chico Proust.

 

Exhibir cierta destreza en la concatenación de frases que vienen de diferentes orbes, de diferentes órbitas – en una especie de canto a lo múltiple, a cierto derroche, es otro de los evidentes propósitos del libro.

 

La voluntad de OBRA que hay en Pauls, que lo lleva a escribir eso de la Moreno, poniendo el dedito justo ahí. Voluntad de obra en Riltse.

 

Pauls le presta a Rímini dotes de lenguas, memoria de Buenos Aires, experiencia, pero no le da el saber crítico, que se lo reparten entre el narrador, Sofía, Frida y algún que otro personaje. La reserva crítica que hace, el gesto solidario hacia el personaje, quizás revelen algo que no veo. A Sofía sí le da, y a la vieja bruja, dotes de lucidez. Rímini no puede ser lúcido; Rímini es un macho que no habla lucideces, es un depositario de emociones ajenas, una marioneta de Pauls, y Sofía. Un dominado.

 

Pero no es cruel. En todo caso es infantil. No llega a tener jamás la adulta crueldad de Sofía. A propósito, el episodio del robo del bebé, revela la crueldad de una mujer para con un hombre, usando niños y usando resortes legales, resortes del deseo y la manipulación. Es para matarla, lo que hizo.

 

Pauls, cuando narra a Riltse, avanza hacia el campo homosexual o bisexual, para hablar desde ahí  mostrando la visión del homo sobre el hetero: lo dice por ahí – o lo piensa – Riltse. Es como que te tienen lástima, que ven en un hetero a alguien que no se atrevió, que no sabe, que no crece, que le falta, que es un estúpido.

 

Llego al concepto – que usan los comerciantes, los mercaderes – de presencia. (Y lo usa Carlos Bianchi). Los suplementos literarios habilitan o deshabilitan el flujo sígnico de diferentes marcas (Fresán, Saccomano, Russo, etcétera).

 

Una sola vez lo vi utilizar la palabra etcétera.

 

Nosotros siempre pensamos que atrás de una reseña prolija bien puede haber un resentimiento, un asco, un desprecio, una falta total de ecuanimidad. Bien, El pasado confirma todo eso. Pauls es bien argentino, sobre todo en su forma de hacer el tenis, y de amarlo.

 

Vuelven en Pauls esos giros emocionales; lo atraen como lo atrae la brusquedad, el cambio de ritmo de un Deleuze. Porque es un gran lector, y porque sabemos que sabe mucho sobre escribir diarios, este libro tiene que ser una experiencia con varias páginas de un diario que él lleve, pero, pero...

 

El narrador es el explicador, el que viene a decir con palabras finas y adecuadas lo que pasa por la mente y el alma de un personaje. Estas explicaciones, estas palabras, esta prosa, se alimentan de los gestos de la crítica, de la teoría, como entendiendo que esa voz puede ser posible si están esas teorías y críticas. Les sigue dando un lugar fenomenal en la literatura. Acá la crítica no se funde con la literatura como sucede en Libertella, sino que hay algo así como cada cosa en su lugar. Hay un caudal explicatorio que tiende a la idea de la razón, de que todo puede ser explicable, conectable, y a la vez sentimos que todas esas explicaciones son utópicas, puramente literarias, y hete aquí que eso nos gusta, nos agrada, como quizás le haya agradado a Don Herralde.

 

Se narra el intersticio, el jugo entre dos conceptos, lo que está al medio, usando un aparato lógico y formal sacado exclusivamente de la teoría-crítica. En este sentido, hay – y siempre lo hubo en Pauls – una danza de las formas, y también una elegancia (que lo atrae, como lo atrae la palabra aristocracia, que creo que usó una sola vez) .

 

Se cuida del cinismo. La chica se lleva su armario rosa, o algo así, y el narrador disipa todo cinismo, toda cosa fea, pero a nosotros no nos engaña. Sabemos que sucede lo mismo que en Rayuela. Convivencia del recuerdo de lo dulce bello juvenil, con la chanchadita adulta. Y el ojo que narra es adulto, un ojo al que le cuesta más ver esa juvenilia y se regodea con la adultia.

 

En 3.6, Rímini pasa del renovado asco por Nancy al impulso y al intento de llamar a Sofía para contarle lo de Rodi, su padre, en el telo. Lo que se dice una cosa extraña. ¿Cómo se explica ese impulso? ¿Cómo se explica ese querer volver a Sofía? ¿Contarle para qué? ¿Para hacer daño? ¿Sofía? ¿La mina que fue tan cruel con él, que arruinó su vida? Pensemos un poco. Sacado a la vida por el profesor de gimnasia, encuentra a la ricachona puta y se cree el único que se la coge, rasgo de pacatería esencial. Se enamora. Coge y coge y luego se enamora. Pero cuando llega la desilusión con Nancy que coge con otro, con cualquiera, se junta a la desilusión y el asco por la escena de Rodi, y el tipo acude a Sofía... al asco conocido. Rímini parece masoquista. Novela urbana, novela literaria, novela de crítico y teórico.

 

Página 480 y se está haciendo larga y pesada la novela. Me da la sensación – ojalá me equivoque – de que hay cosas estiradas al repedo. Ya era una estiración toda la gran mierda del capítulo del viaje del cuadro de Riltse por Europa – cuadro que todavía no puedo imaginar. Se legitima el fetiche, ese sentirse excitado por objetos.

 

Burlarse de la chica pobre, otra cosa común – ver en ellas cierta forma de placer.

 

Una novela donde brillan variadas pijas y faltan variedad de conchas, una novela pajera. Los putos como Riltse parecen estar más allá de todo eso, pero Rímini es medio pacato. Es, parece normal, un lugar común, que rastrille sobre el final de la novela, sus recuerditos de adolescencia.

 

La cosa viene pesadonga, realmente. El muy boludo vuelve con Sofía, con la loca. No puede terminar bien. Me da la impresión, quizás en parte posibilitada por todos los mierdas que ya hablaron en los suplementos literarios del Adela H, que Pauls trata de mostrar que Rímini es feliz con ella para finalmente terminar las cosas de manera dramática. No puede terminar bien. Tiene que ser una tragedia. ¿Cómo hacer, pasada la página 500, para terminar bien? Es todo un desafío.

 

Voy por la página 534, y es – ya – el final. Parece que viene en serio. Lo de Adela H parece serio, sacado de alguna biografía; se trata de algo definitivamente romántico. Seguiré leyendo un poco más. Viene medio pesadongo, pero no está mal. Parece que se acerca un final convencional. Gana la mina. Pero... ¿por qué mierda, entonces, se separaron?

 

Terminó la novela. Seguían desangrándose. Final raro. Terminan acostados, juntos. Hay que volver a leerlo. Termina no al estilo final feliz. Termina muy cine. El narrador ya no toca a Sofía, que duerme. Ni a él. Se trata del final puro, literario. Final de una historia de amor. Pero se ve que ella no lo cagó mucho, no lo cagó demasiado. Ella lo quería. No dice nada de eso. Parece como bastante cierto que Sofía lo amaba.

 

A propósito de Dios, Pauls le sacude con munición gruesa. Sin problemas. Pero ni nombra al peronismo.

 

Zonas muy trabajadas, y zonas casi sin pintar. Klimt, y varios pintores pasan por la novela. Ese es un mundo aparte. Y los dibujantes. El mundo gráfico, visual.

 

ENERO 2004



[1] Referido al artículo   ... firmado por César Aira en el diario La Nación del ...